Claro que la plaza está perdiendo entidad y seriedad, eso es obvio. En estos últimos tiempos va en aumento la concesión de orejas que hace veinticinco años no se hubieran otorgado. Por eso, mi sugerencia basada en mi propia persona, pasa por mentalizarse de que será muy difícil dar marcha atrás, pero no por eso debemos quedarnos de brazos cruzados los que anhelamos aquellos años. No es cuestión de pasar un mal rato cuando vemos que un torero va a salir por La Puerta del Príncipe, sin tener méritos para ello en base a los niveles de exigencia de antes de este milenio. Bien es verdad que uno siente una sensación de molestia por tratarse de algo que siente como suyo, como un honor que no se entrega si no es con determinados merecimientos. Igual pasa con el resto de la liturgia propia de La Maestranza. Los silencios. ¿Dónde quedaron aquellos aplastantes silencios? Nada más sonoro que un silencio de Sevilla. Con el silencio se muestra la falta de interés y de emoción en la faena, y no tiene porque ser menos sancionador que una bronca o unos pitidos, si el silencio es de los silencios de Sevilla. Las orejas se piden con los pañuelos blancos al vuelo y tocando las palmas se aplaude u ovaciona, pero no se piden los trofeos. Y cada cosa a su tiempo. Cuando estoy en desacuerdo con la decisión de la presidencia y quiero mostrarlo, debo esperar a su momento y no increpar vociferando hasta que el torero no haya terminado su vuelta al ruedo, su recogida de saludos y su agradecimiento al respetable.
Si un toro sale al ruedo y parece presentar alguna anomalía física, esperar el tiempo prudencial a que pueda recuperarse. Si la anomalía es morfológica, no es necesario esperar, pero si no es anomalía y es característica de su encaste o su sangre no tendrá sentido pitar unos inicios del animal orientándose de donde se encuentra o no prestando atención a los capotes, o por ejemplo derrotando en tablas; si se contrató a esa ganadería, la empresa ya debía saber de sus condiciones y los aficionados debemos tener nociones de ello, con lo que parece tener poco sentido pitar al toro que mostró las cualidades de su ganadería en un instante concreto.
Saber distinguir entre bravura y mansedumbre, entre estar bien presentado o pasado de kilos, entre ser el toro de Sevilla y parecer un novillo, entre nobleza y falta de fuerzas.
Saber distinguir entre un buen puyazo por su ejecución, colocación y efectividad y no premiar solo por el efectismo del levantamiento del brazo acompañado de la voz exagerada y del sonido de la gregoriana golpeando en el estribo. Es más importante ser buen caballista que buscar la complicidad fácil de la llamada de atención.
Saber distinguir entre la brega de un peón que mide la cantidad de capotazos y los hace más o menos largos y más o menos por arriba o por abajo para acomodar la embestida del burel a la faena que pretende el matador, que no olvidemos es el jefe del subalterno y entre el peón que busca su lucimiento particular y pospone el triunfo del torero y por tanto de la cuadrilla.
Y el respeto a la plaza y a los asistentes, es decir respeto al festejo. Llegar y acceder a la localidad con tiempo suficiente, y si no es así, esperar la oportunidad de hacerlo que nunca será durante la lidia de un toro. Si hay que salir para volver después o no, esperar esas pausas que no tardan en llegar más allá del final de una faena. Y así muchos aspectos más.
Quedan cosas que seguir cuidando que aún no se han perdido, pero no podemos dejarnos llevar por un criterio mayoritario, solo por el hecho de ser mayoritario; distinto es escuchar una opinión de un aficionado y ver lo que antes no veías. Ni se es más entendido por ponerle pegas a todo y no disfrutar de lo bello que pueda tener el momento, que seguro lo tiene, ni debemos caer en la tristeza de llorar por lo perdido y no atender a lo que aún queda. Los toros, son una Fiesta muy nuestra que tiene muchos matices muy profundos y en ellos está una manera de expresar, sentir y vivir la vida muy nuestra, muy española y difundida por medio mundo. Y entre público y afición, como para no estar orgullosos de ser parte de la verdadera afición de La Plaza más admirada en el universo del toreo. No caigamos en la pereza y el abandono del uy, que nosotros somos más del óle. Cuidemos nuestro tesoro sumando siempre, como alguno nos enseñó. Cada uno desde su trinchera. Al menos tendremos la satisfacción de luchar por lo nuestro. No dejemos que La Maestranza se convierta en La New Maestransssss.
Juan Mari Gallardo
Abril 2024