El Espacio Natural de Doñana está integrado por el Parque Nacional de Doñana, que constituye su núcleo de conservación (declarado en 1969 y gestionado desde 2006 por la Junta de Andalucía) y por las áreas de conservación periféricas que conforman el Parque Natural de Doñana, siendo probablemente el área de conservación más emblemática del mediterráneo occidental y el área protegida más grande de Europa. Fue declarado por la UNESCO como Reserva de la Biosfera en 1980 y es Patrimonio de la Humanidad desde 1994.

Entra en el reino del agua y del aire, en el silencio de los bosques y las estepas, en el estruendo de las aves en las marismas, en la paz de los humedales y praderas. Bosques y dehesas, lagunas y pastizales, ubicadas en el ecotono bosque - marisma, en pleno pasillo migratorio Eurasia – África: el territorio perfecto para la observación de una biodiversidad ornitológica inigualable en cantidad y calidad respecto a cualquier lugar de Doñana y de Europa.

Las gentes de Aznalcázar, La Puebla del Río y Villamanrique de la Condesa modelaron a lo largo de la historia esta antigua costa boscosa. Navegaron el Guadalquivir y el Guadiamar. Trocaron alcornocales en pinares, bosques en dehesas. Una honda cultura forestal de caza y piñones, maderas, resinas y mieles, se entremezcla con los pastos ganaderos de las dehesas de encinas, acebuches y plácidos aguazales.

Paisajes culturales vivos, donde la historia continúa presente. Parajes como Los Planos, El Torreón, Colinas, la Cañada de los Pájaros o la Dehesa de Abajo. Tornero, Dehesa Nueva, la Dehesa Boyal, El Colmenar o las Trescientas… Todos ellos, y un largo etcétera, son sinónimos de los atributos forestales de este pedazo singular de Doñana en Sevilla. Sombras y refugios. Poblados y pastores. Caballos y toros. Águilas y linces.

Cultura y naturaleza moldean los términos de Aznalcázar, La Puebla del Río y Villamanrique de la Condesa a lo largo de su frontera forestal con la marisma y el arrozal. Esta posición fronteriza, bisagra entre las tierras secas y el fango, dota a estos bosques de un gran potencial ecológico. En los enclaves húmedos, como la Cañada de los Pájaros o la Dehesa de Abajo, ambas en La Puebla del Río, las concentraciones de aves llegan a nublar el cielo en sus desplazamientos entre los arrozales y las lagunas. En Aznalcázar no te pierdas el Centro de Interpretación de la Naturaleza del Parque Nacional, denominado José A. Valverde, conocido como Cerrado Garrido, situado en el límite del Parque Nacional de Doñana.

La gestión de este gran socio-ecosistema, permite la supervivencia de una comunidad de carnívoros única en el mundo. Especies como la gineta, el hurón y el tejón, el meloncillo, el zorro o el lince ibérico, merodean dehesas de encinas, acebuches y alcornoques, como Tornero, la Dehesa de Abajo y Dehesa de Gato. Paisajes equilibrados y armónicos, que fluyen de estación en estación, inspiran la actividad turística hacia biorritmos naturales y amables, en sintonía con el entorno.

En las marismas del Guadalquivir isletas, meandros abandonados y cortas constituyen la geografía del Guadalquivir Bajo, aportando variedad de escalas y formas distintas de recorrer parajes apartados, solo aptos para los avezados arroceros y pescadores que conozcan sus mareas, y las aves que anidan en el suelo de los islotes o las ramas de las riberas. El tiempo de nuestra visita transcurre lento junto a esta gran llanura húmeda, al compás de las aguas que nos conducen entre toros de lidia, caballos cartujanos, salvajes colonias de aves y los paisajes de la más profunda y auténtica Doñana en Sevilla.

Un paisaje único
Toros de lidia, caballos cartujanos, arrozales, salvajes colonias de aves en un paisaje único. Miles de garzas, gaviotas, cormoranes, escuadras de gansos, grullas y cigüeñas, utilizan los árboles y tarajes como auténticas pajareras vivientes, observables en barca o a pie. Bulliciosos bandos de gansos, grullas, patos cuchara, porrones, espátulas, moritos y agujas colinegras, se mezclarán con la discreta presencia de recatados grupos de alcaravanes, chorlitejos, pagazas, polluelas, calamones, avetorillos o rascones.

Las rapaces también se dejan ver: águila culebrera, águila imperial ibérica, los aguiluchos pálido y lagunero occidental, el halcón peregrino o el esmerejón. Entre las acuáticas son codiciadas las observaciones del ánade rabudo, la cerceta pardilla, el silbón europeo y el pato colorado.

El arrozal tiene una historia y una biodiversidad únicas y espectaculares. Creados por el hombre hace más de cien años, en estos humedales, únicos en Europa, anidan las aves en la frontera con Doñana. Carrizos y cañas, pequeñas playas de juncos y castañuelas, tablas inundadas o fangueadas, caños repletos de tarajales, donde se sienten las mareas y el paso a Doñana es natural. Cientos de pequeños invernantes, entre los que se cuentan mosquiteros comunes y ruiseñores pechiazules. En primavera, el carrizal acoge el carricero común y tordal, la buscarla unicolor o el ruiseñor bastardo.

La Veta de Alí ofrece en sus tierras de pasto, matorral y cereales de secano, abrigo y alimento para esteparias como la terrera marismeña, el alcaraván común, la ganga ibérica y la canastera común y, en invierno, el bisbita de richard.

Corredor verde del Guadiamar
En el Paisaje Protegido Corredor Verde del Guadiamar las aguas del río corren libres todo el año a las puertas de Doñana en Sevilla. Un oasis en la campiña sevillana y una forma de penetración natural en la marisma. Este río de aguas vivas y limpias une dos mundos distintos dentro de la provincia de Sevilla: Sierra Morena y Doñana son enlazadas por el milagro del agua y la gravedad a través de la campiña sevillana, en el tramo medio del Guadiamar. Nutrias, barbos, cachuelos y multitud de insectos e invertebrados aprovechan sus ricas y oxigénicas aguas para morar y criar, de lo cual sacan conveniente provecho en cadena nutrias, patos, garzas, páridos, fringílidos y rapaces diurnas y nocturnas, que complementan su dieta con ratones, musarañas y lagartijas de los secanos anejos. Su pequeña cuenca nutre un bosque de ribera en el que olmos, eucaliptos, sauces y álamos se suceden a ambas orillas dando pleno sentido a la expresión galería viviente. Perchas, posaderos, nidos, refugios, madrigueras, bancos de peces. La fauna del río y su auténtico paisaje natural quedan sorprendidos como el visitante, según la época del año y hora escogida para la visita. No te pierdas el Parque Botánico de Buitrago y con el Centro de Visitantes del Guadiamar.

El Vado del Quema nos habla de un río antaño minero y por siempre sagrado. Paso bautismal obligado para miles de romeros cada año, y millones de personas a lo largo de los siglos en su peregrinar a la ermita de la Virgen del Rocío.

Marismas, dehesas, bosques y ríos, junto a los propios municipios, conforman un pequeño universo lleno de vida y biodiversidad, que a lo largo de todo el año nos brinda la posibilidad de disfrutar en toda su amplitud del espacio natural más emblemático, importante y conocido de todo el continente europeo.
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