Los terremotos acaecidos el pasado mes de febrero en Turquía y Siria han dejado más de 50.000 muertes. Millones de personas han perdido sus casas. Y en medio de esa crisis humanitaria, dos miembros de la Unidad Canina de Protección Civil de Gines, donde participan como voluntarios, han querido prestar su ayuda.
Juan Hidalgo, cordobés de nacimiento y militar de profesión, viajó como instructor junto a Antonio Miranda, residente en Espartinas, quien hizo de guía con su perro Homero. Allí estuvieron seis días, tres de ellos sin dormir, dejando un testimonio espeluznante.
- ¿Cómo llegáis a la Unidad Canina de Rescate de Protección Civil Gines?
- Antonio: En mi caso, yo trabajo en el Grupo de Rescate de Andalucía (GREA). Surgió la posibilidad de meterme en una unidad canina y conocí a Juan hace ya 8 años, pasando por varios pueblos.
- Juan: Yo empecé en el mundo del perro en 2002, a leer libros, a ver vídeos… Luego empecé a viajar, a formarme con instructores de todo el mundo... Me fui especializando en perros de búsqueda y en 2016 creamos Protección Civil en Santiponce. Hemos ido pasando por varias localidades y acabamos en Gines, donde ahora parece que estamos dando nuevos pasos en la búsqueda de personas.
- ¿Cómo surge la posibilidad de viajar a Turquía para prestar vuestra ayuda?
- A: Al día siguiente del terremoto me llama Faustino (coordinador jefe de la Agrupación Local de Protección Civil en Gines), me dice que existe la posibilidad de acudir con un proyecto del SAMU, que ya nos conocía, y nos involucramos.
- ¿Y qué os encontrasteis al llegar?
- A: Yo había estado en inundaciones, incendios forestales… pero aquello era devastador, como si hubiese ocurrido una guerra o peor. Mirabas a derecha e izquierda y no se salvaba ningún edificio, todos en el suelo. Lo que se ha visto por televisión, multiplicado por veinte.
- J: Es como si hubiese caído una bomba atómica, no había nada. Estuvimos con Médicos del Mundo y su presidente nos decía que han estado en muchas catástrofes, pero como esa ninguna.
- ¿Qué os impactó más?
- A: El olor de los cadáveres era tremendo. También el ruido: máquinas trabajando, sirenas, gente chillando y llorando… Y la cúpula de polvo al llegar a la ciudad de Adiyaman, se veía desde lejos. Es lo más fuerte que he vivido.
- J: Te encontrabas cadáveres por la calle. Aquello era un caos, no daban abasto. Trabajamos primero con la ONG Acción Norte y luego hicimos 12 horas de carretera hasta llegar a Antioquía. Una vez allí, era Médicos del Mundo quien nos indicaba dónde teníamos que ir.
- ¿Cómo era vuestro trabajo?
- A: Venían turcos con nosotros que hacían de traductores y nos indicaban la zona en la que debíamos meter al perro. Normalmente es porque habían escuchado voces los días anteriores. Una noche, durmiendo después de muchas horas sin hacerlo, sacaron a alguien vivo cerca de donde estábamos nosotros.
- J: Pero las posibilidades de rescatar a alguien vivo eran mínimas, casi nulas. Estando nosotros allí hubo otras cinco réplicas, una nos pilló en un edificio.
- ¿Pudisteis rescatar a alguien?
- A: Íbamos a buscar vivos, teníamos esa esperanza y nos enfadábamos cada vez que el perro nos señalaba un cadáver. Hacía un gesto muy raro que no hace nunca y lo volvía a repetir una y otra vez; así, hasta encontrar a 30 fallecidos.
- J: Nosotros también nos hemos jugado la vida, con la esperanza de salvar vidas. Nos decían: ‘solo nos dais malas noticias, pero también las familias tienen que descansar’. Hicimos una prueba con una de las personas que nos acompañaban y el perro lo marcó perfectamente hasta tres veces. Y dijimos: es que no hay nadie vivo por donde vamos pasando.
- ¿Os pedían ayuda por la calle?
- A: Sí, la gente estaba enfrente de sus bloques esperando que alguien llegase. Nos decían que habían escuchado voces, aunque antes ya habían pasado otros, pero no íbamos a decir que no. Estábamos a -5 grados y estaban en la calle. - ¿Cómo se hace frente a algo así?
- J: Era muy duro psicológicamente. Había que recapacitar y tranquilizarse. Nos desplazábamos en una furgoneta, que era como nuestro refugio, y allí yo hacía bromas para desconectar. Eran 5-10 minutos, y luego, otra vez a cambiar el chip y volver al trabajo.
- ¿Cómo se consigue formar a un perro para trabajar en catástrofes de este tipo?
- J: Nosotros seguimos una metodología propia que llevamos perfeccionando desde 2008. Primero, hay que educarlos y socializarlos. Nuestros perros viven con nosotros totalmente en libertad. Van a recoger a nuestros niños al colegio, juegan con la familia.... Pero decimos que tienen el botón del cambio. Cuando hay que trabajar, son perros de trabajo.
- A: No tiene la misma afinidad contigo un perro que está todo el día en casa que otro que está en una perrera. Mi perro lo disfruta toda la familia y sé que no va a haber problemas. Incluso las vacaciones las adapto a mi perro. Yo no sé cuántas fotos se habrán hecho con él cuando legamos a Turquía... 300 o 400. Es un perro sociabilizado totalmente.