En plena recta final de la edición 2021 de la Feria del Libro de Sevilla, de la que la Diputación es institución colaboradora desde hace años, la Corporación hispalense ha presentado en la Casa de la Provincia los tres últimos números que ha editado a través del Servicio de Archivo y Publicaciones de su Área de Cultura, dentro de una colección considerada ‘de culto’ para muchos lectores sevillanos: ‘Arte Hispalense’, que sigue contando con los ejemplares más codiciados y buscados por los coleccionistas bibliográficos en el stand provincial de este gran certamen de los libros en Sevilla.

Se trata de los números 120, 121 y 122, tres monografías que ponen en valor las figuras del pintor y escultor, Rolando Campos, y del arquitecto y maestro mayor de la Catedral, Miguel de Zumárraga, así como de las mujeres pintoras en la Sevilla del XIX, volúmenes que se habían puesto a disposición de los lectores coleccionistas en el catálogo editorial del Servicio de Archivo y Publicaciones sin acto de presentación formal, por las precauciones sanitarias derivadas de la pandemia.

‘Rolando Campos’: Cubismo personalizado
La primera monografía es una obra del doctor en Historia del Arte y profesor titular de esta materia en la Universidad de Sevilla, Andrés Luque, sobre el pintor y escultor Rolando Campos, que se interesó por el dibujo desde niño y, aunque debido a las duras circunstancias familiares se vio obligado a trabajar desde joven junto a su padre en la Sociedad Española de Construcciones Agrícolas (SACA), pronto entró en la Escuela de Artes y Oficios de Triana, en la que recibió clases de dibujo en el período comprendido entre 1958 y 1962.

En la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla estuvo matriculado en los cursos de 1964-68. Allí quedó impactado con el posicionamiento antiacadémico de Francisco Cortijo, que lo llevó a Estampa Popular, a la que también pertenecían Cristóbal Aguilar y Francisco Cuadrado, junto a Francisco Reina y María Manrique, en 1968.

Ese año expuso por primera vez en una colectiva en la Galería La Pasarela. Las pinturas y los dibujos de ese período comprendido entre 1967 y 1982 muestran la realidad como medio para la expresión de una objetividad crítica, desde la que evolucionó hacia un nuevo concepto de interpretación de la realidad sujeta a complejos aprovechamientos postmodernos de los recursos cubistas, en 1972-1984. A inicios de los años ochenta inició la producción de bodegones facetados con recursos cubistas personalizados y actualizados que muestran su madurez evolutiva y, a continuación, uno de sus mayores logros creativos, la serie Esperpentos, en 1982-1988.

Su cartel para la Semana Santa de Sevilla del año 1984 es uno de los más creativos y el más avanzado que se había presentado hasta ese momento; aún así, o precisamente por ello, generó un gran conflicto en sectores conservadores, incapaces de entender la naturaleza gráfica del medio y mucho menos las necesidades renovadoras y los nuevos conceptos de la pintura contemporánea. Como escultor experimentó con la forja y el bronce entre 1983 y 1998, coincidiendo con una nueva desestructuración del objeto real en su pintura, muy próxima a la abstracción en las series Esperpento, Burkas y Huellas, en 1997-98.

Miguel de Zumárraga, liderar la arquitectura hispalense durante tres décadas
En la segunda, titulada ‘El arquitecto Miguel de Zumárraga (CA. 1550-1630)’, el profesor titular de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, Fernando Cruz, posiciona y valoriza la figura y la obra del artífice de la Iglesia del Sagrario de la Catedral, maestro mayor de la Catedral y líder de la arquitectura sevillana durante tres décadas, que carecía hasta ahora de un estudio integral.

Miguel de Zumárraga (ca. 1550-1630) fue un experto cantero en una ciudad dominada por la albañilería y la carpintería y, a pesar de ser conocida su principal obra, la iglesia del Sagrario de su Catedral desde principios del siglo XIX y ser estudiado parcialmente por diversos autores a lo largo del XX, carecía de una monografía que evidenciara su capacidad constructiva y de traza en la arquitectura sevillana de finales del XVI y primer tercio del XVII.

Se hacía preciso perfilar su biografía y documentar su actividad como profesional libre y su brillante carrera en la construcción, que le llevó de cantero a aparejador y finalmente a maestro mayor de la Catedral, de obras del Arzobispado, de la Lonja de Mercaderes (actual Archivo de Indias) y, temporalmente, de los Reales Alcázares, con lo que lideró la arquitectura hispalense durante tres décadas.

Este libro busca establecer un catálogo de intervenciones que permita, sobre todo, evidenciar su personalidad artística: vanguardista, hasta el punto de concebir el Trascoro catedralicio como un retablo pétreo; de gran habilidad técnica, como demuestra en la planta superior de la Lonja de Mercaderes; con la capacidad de diseño, de sabor protobarroco, que le lleva a concretar un tipo de portada y de espadaña, trazar retablos y rejas e incluso adaptarse a las técnicas de raigambre mudéjar, asumiendo el ornato yesero, donde mostró destreza en recercos, tarjas y otros elementos.

Saldar una deuda con las pintoras en la historia del arte hispalense
Pese a los numerosos obstáculos que les impedían desarrollar sus aptitudes en igualdad respecto a sus colegas varones, en torno a un centenar de pintoras estuvieron activas en Sevilla en el siglo XIX.

En ‘Pintoras en Sevilla en el siglo XIX’, su autora, Magdalena Illán, profesora titular del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, persigue contribuir a paliar el déficit de conocimiento sobre las pintoras en la Sevilla decimonónica, cuando el clima de pensamiento dominante era la diferenciación de las capacidades creativas de hombres y mujeres, otorgando a éstas un talento inferior e imponiéndoles unas condiciones de formación y profesionalización sexistas y discriminatorias, que les dificultaron alcanzar la independencia y el éxito.

Para ello, Illán analiza su presencia en la escena cultural hispalense, atendiendo a las circunstancias en las que desarrollaron sus trayectorias y, en particular, a su formación y participación en las exposiciones artísticas locales, nacionales e internacionales. Además, la autora examina la obra de las principales pintoras y su evolución durante el siglo XIX: desde las artistas vinculadas a las Academias de Bellas Artes, a las retratistas y paisajistas del Romanticismo, y las pintoras costumbristas y del realismo social en el tránsito al siglo XX.

Se trata, en definitiva, de saldar una deuda pendiente: la valoración, recuperación y restitución de las pintoras en la historia del arte hispalense.
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