Este gesto simbólico marca el comienzo del camino hacia la aldea almonteña, pero también representa el compromiso espiritual de todo un pueblo que peregrina guiado por la fe. La entronización se convierte así en una proclamación colectiva de entrega y devoción a la Virgen del Rocío, bajo cuya mirada maternal se preparan los romeros corianos para iniciar una nueva Romería.
