Los cuatro jóvenes coinciden en vivir estos momentos con alegría y cierto nerviosismo. No en vano, reconoce Camilo, “se trata del acontecimiento más importante de mi vida. Me sorprende que el Señor, a pesar de mis pecados y mi debilidad, me otorga la gracia de poder participar de su sacerdocio, de poder hacerlo presente en los sacramentos, de prestar mis labios para anunciar su buena noticia, poder ser un canal para que Él perdone los pecados a muchos, y prestar mis manos para que Él se haga presente en la Eucaristía”.
Por su parte, Fernando asegura sentirse “abrumado por el don que Dios me confía”, al igual que Moisés, que dice estar “sobrepasado, porque veo que Dios me llama a algo que no controlo, sino que es un don que Él te da”. “Pero sobre todo con mucha alegría de poder formar parte del mismo sacerdocio de Cristo”, insiste Andrés.
Tiempo de diaconado
Durante este último curso han ejercido sus ministerios diaconales en distintos puntos de la Archidiócesis. Andrés, destinado en la Parroquia Santa María del Alcor, en el Viso del Alcor, explica que ha vivido este tiempo “intensamente, sin parar de hacer cosas, conociendo de primera mano la vida y realidad de lo que es cuidar bien una parroquia y de todas las personas que forman parte de ella. Pienso que esta experiencia me ha fortalecido y me ha ayudado a redescubrir aún más la llamada de Dios para la vida sacerdotal”.
Camilo, por su parte, ha estado en la Parroquia Santa María la Mayor de Pilas, donde ha podido “vivir experiencias maravillosas, aprender mucho y experimentar el amor de Cristo a través de la familia parroquial”. De esta destaca acompañar en las catequesis a casi un millar de niños, la acogida en Cáritas o llevar la comunión a los enfermos. Precisamente, Moisés también señala esta experiencia como lo más “especial” de su diaconado en las parroquias de San Juan Bautista y San Roque de Las Cabezas de San Juan y también en la Parroquia de San Pablo de Trajano, Pinzón y El Trobal: “Me quedo cuando le he llevado la comunión a los enfermos, cómo me han abierto las casas siempre con una sonrisa en medio del sufrimiento, algunos de ellos solos, y también me han enseñado a ver en la debilidad a Dios”.
Finalmente, la Parroquia de Santa María y San Sebastián de Estepa ha sido el destino de Fernando, donde se ha sentido “mimado por Dios al haber podido vivir esta etapa de mi vida en una parroquia modélica, con una feligresía entusiasta y comprometida y un sacerdote absolutamente fuera de serie. Reconozco que he disfrutado muchísimo de sentirme parte de una comunidad cristiana tan viva y acogedora, a la vez que me he sentido conmovido por el interpelante testimonio de celo pastoral del párroco”.
Las ‘armas’ de la fidelidad sacerdotal
Algunas de las herramientas o “armas” que les ayudarán a mantenerse fiel a esta llamada son, en primer lugar, la oración. En palabras de Camilo, “he visto cómo el Señor se manifiesta glorioso en mi vida y en mi ministerio si estoy unido a Él en la oración. Así puedo entrar en su voluntad cada día. Sin la oración, por el contrario, todo se puede convertir en algo monótono”. En esta línea opina Andrés, que apunta que la oración “te permite tener un diálogo con el Señor y acordarte de muchas personas cuando pides por ellas”.
Otro soporte del ministerio sacerdotal es la Eucaristía y la vida sacramental: “Vivir la Eucaristía comprendiendo que es el centro de lo que vivo y creo. Vivirla como lo que es, ese encuentro con el Señor que va dando fuerzas para seguirle”, añade Andrés.
Los hasta ahora diáconos también destacan el servicio y la comunidad como pilares de su vocación. Especialmente importante es para Moisés su comunidad Neocatecumenal, que le ha ido acompañando en cada etapa de su vocación.
“Es evidente que una vida sacerdotal no se sostiene sin un firme enraizamiento en Dios -resume Fernando-. Solo Él puede dar sentido a nuestra existencia. Por ello, es clave cuidar con esmero la vida espiritual, dedicando tiempo de calidad a la oración y confrontando con un buen acompañante las mociones espirituales que experimentamos. También es fundamental tener un buen equilibrio humano y psicoafectivo, en lo cual tiene un papel destacadísimo la familia y los amigos (tantos laicos como sacerdotes). Y aunque en un segundo plano, no conviene olvidar la importancia de cuidar nuestra salud física, pese a que tendemos a descuidarla”.
Un sí al Señor, un sí a la felicidad
La Archidiócesis de Sevilla se congratula por la ordenación de estos cuatro sacerdotes e invita a todos los fieles a rezar por su fidelidad en el ministerio presbiteral, a la vez que insiste en la necesidad de orar por las vocaciones. “Hay que pedir que el Señor toque el corazón de muchos jóvenes que se planteen seguirle siendo sacerdotes -exhorta Andrés-, porque decirle sí al Señor es responder a un proyecto de vida que Él tiene pensado para cada uno”.
Este proyecto de vida, además, “no implica renunciar a nada de lo bueno que Dios ha creado, sino que es una llamada a vivirlo todo con autenticidad, cumpliendo la vocación para la que fuimos creados”, matiza Fernando, quien también cita a Benedicto XVI: “Dios no quita nada y lo da todo”.
De igual forma se expresan Camilo y Moisés, que defienden que la oración por las vocaciones es cosa de todos, “ya que son las oraciones del pueblo las que sostienen nuestro ministerio, y nos confortan para poder hacer la voluntad del Padre cada día”. “Su oración -añaden- es la que muchas veces mantiene ese primer amor”.
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