Una tarde literaria y primaveral para reconocer el talento y trabajo de uno de los grandes escritores centroamericanos, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017 y que ha sido reconocido con el Premio Factoría Creativa Letras Iberoamericanas en La Rinconada, dentro de Estación de las Letras.

Primero, el autor de ‘Margarita está linda la mar’ ha acudido al parque Dehesa Boyal, al Sendero de la Creación, donde ha descubierto una escultura con su nombre y que suma a este paseo literario que ya tiene nombres propios como Almudena Grandes, Irene Vallejo, Héctor Abad Facciolince o Carmen Posadas, entre muchos otros. Acompañando a Ramírez, la I Teniente de Alcalde y delegada de Cultura, Raquel Vega, el escritor Fernando Iwasaki, y los responsables municipales de Hábitat Urbano y Memoria Democrática, José Manuel Romero Campos y Fátima Vargas, respectivamente. Ramírez también ha visitado los stands de la Feria del Libro, ubicados en el parque y ha conversado con el públicos y libreros sobre su trabajo literario, la lectura y los libros.

Una vez en el Centro Cultural de La Villa ha tenido lugar el encuentro literario moderado por Iwasaki. Previamente, Raquel Vega ha hecho entrega del Premio Factoría Creativa de las Letras Iberoamericanas al nicaragüense. Vega ha invitado al Premio Cervantes a formar parte del Pacto por las Letras “con el que planteamos la lectura y la creación como motor de desarrollo social y cultural, implicando a todos los sectores: bibliotecas, centros educativos, librerías, editoriales, creadores y colectivos. Un proyecto pionero en Andalucía al que le invito a formar parte”. La delegada de Cultura ha hecho un recorrido por la obra del escritor, “con una producción de más de cincuenta libros se rebela contra la violencia y la desigualdad social, como raíz de la violencia en Latinoamérica. Un autor que como bien expresó el jurado del Premio Cervantes aúna en su obra la narración y la poesía y el rigor del observador y el actor, así como por refleja la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte, todo ello con excepcional altura literaria”. Y ha finalizado afirmando: “Hoy celebramos la literatura, la cultura, la libertad y la democracia y lo hacemos acercándonos a las letras iberoamericanas con Sergio Ramírez”.

Entregado el galardón ha dado inicio la tertulia literaria entre el nicaragüense y el peruano. Iwasaki ha recordado la visita de Sergio Ramírez al municipio en 2022 donde “salimos con la idea clara de que Sergio tenía que incorporarse a nuestro Paseo de las Letras, estamos encantados de que vuelvas a La Rinconada para quedarte, porque vas a dejar un testigo que nos va a acompañar siempre. Estos nombres forman parte de la historia de nuestra ciudad”.
Publicada por Alfaguara la nueva novela de Ramírez se llama ‘El caballo dorado’, y el encuentro ha discurrido por este último trabajo literario. Así, Iwasaki ha preguntado al autor acerca de la princesa protagonista y le ha recordado que como buen dariano que es, si hay algo de ese eco de Darío en la obra.

Ramírez ha afirmado que para él el poeta nicaragüense “siempre significó la música; las construcciones verbales que más atraen de Rubén Darío son las que tienen ese sentido musical, y si tantas generaciones recuerdan a Darío desde la escuela es por dos razones: la melodía y por la rima. En Nicaragua Rubén Darío es una figura de referencia permanente. Desde que uno abre los ojos se encuentra con su figura”. Ha expresado el escritor de ‘Adiós muchachos’ que con el tiempo se llega a conocer al Darío profundo “al que ya no es artificio, ya no son juegos pirotécnicos, la poesía que se queda es la de la angustia por la vida, por el destino de los seres humanos, el temor terrible que él tenia ante la muerte, que está reflejado en ‘Lo fatal’, que García Márquez decía que era el gran poema de la lengua castellana”.

A pesar de esa influencia del poeta, ha señalado que la princesa que aparece en ‘El caballo dorado’ no es la de la ‘Sonatina’ de Darío. “La princesa de mi novela no es la que vive sentada en la rueca de oro, sino que es una princesa de los Cárpatos, de la pequeña nobleza rural, su padre es un borracho y jugador, el castillo está en ruinas. Ella va a misa a pie, tiene una prótesis y es renca y se encuentra un barbero que es escultor de caballos y ha esculpido un caballo dorado que tiene ensartado en la barbería, en la puerta. El príncipe azul que se encuentra esta princesa es el peluquero. Es una manera de aterrizar los cuentos de hadas en otro tipo de realidad, en la real”.

Una novela que se inicia en Rumanía y termina en Nicaragua, en un recorrido que el escritor describe con minuciosidad a pesar de no haber estado nunca en Rumanía. “Es un poco decepcionante para un lector saber que el escritor ha construido su novela en lugares en los que nunca ha estado. Yo no conozco Rumanía y esta novela comienza en una aldea que existe. He sido fiel a uno de los principios del arte de la narración: las mentiras tienen que ser soportadas por verdades; no hay mentiras en el aire, sino que cuando uno miente al escribir, al narrar, el trasfondo, la base, tiene que ser real”. Para ello Sergio Ramírez ha hecho un minucioso trabajo de documentación a lo largo de toda la novela.

Trabajo que también se muestra en la sensorialidad de esta obra. “En cada uno de los episodios el lector tiene la capacidad de deleitarse sobre esos espacios de erudición”, ha afirmado Fernando Iwasaki.

El escritor lo ha contado refiriendo que “hay que partir de algo esencial en la narración, la literatura se ocupa de los destalles, no de lo general. Si hablo de este barbero aficionado a esculpir caballos, su uso de los colores… lo puedo contar con tres líneas, pero lo importante está en meter al lector dentro de ese mundo y, para eso, hay que entrar en los detalles y hacer un trabajo de investigación muy profundo”.

Ramírez comparó la estructura de la novela como un “carrusel”, “compuesta por piezas que tienen que ser capaz de girar. Un carrusel está formado por lo que se ve y lo que no se ve, hay que componer esta máquina para que pueda girar”.

Exiliado de Nicaragua por el régimen de Daniel Ortega, quien también le ha despojado de la ciudadanía nicaragüense, esta novela ha sido para él una demostración de su libertad de escritor. Un libro que comenzó años antes, que abandonó y que retomó en 2018 cuando comienza la “anormalidad” en su vida y que coincide con la matanza de más de 400 jóvenes en su país en 2018, coincidiendo con la ceremonia de recogida de su Cervantes. “Esta coincidencia comienza a marcarme muy profundamente, hasta que, arrastrado por estos acontecimientos, en el año 2021 no regrese al país porque sabía que me iban a meter preso. Mi novela ‘Tongolele no sabía bailar’ va sobre estos acontecimientos, trata sobre la naturaleza del régimen, esa naturaleza esotérica, mágica, que tiene ese régimen en Nicaragua. El libro fue prohibido en mi país y vino una orden de detención contra mí por delitos inventados y ya no regresé. Me vine a España a presentar la novela y aquí me quedé”.

Ante estas circunstancias, para Ramírez “el reto de un escritor es qué voy a escribir, porque si cedo a la tentación de escribir una novela denunciando todo lo que está pasado, una novela combativa, estoy equivocando la función que la literatura tiene. Porque como consecuencia la literatura denuncia, pero cuando se impone como motivo para denunciar no funciona. La literatura no es un instrumento político per se, la novela es un universo de libertad plena, donde el escritor tiene que resolver los problemas que le demanda el libro en sí mismo, como artefacto literario. Yo me impuse la tarea de demostrar mi libertad de escritor metiéndome en un tema como esta última novela, que no tenía nada que ver con la realidad que estaba viviendo y demostrarme que podía ser escritor en cualquier circunstancia”. Un libro que podía escribir en su estudio de Nicaragua, en la casa donde tuvo que dejar todas sus cosas, o en el pequeño cubículo que tiene en Madrid.

“Uno solo se traslada de lugar cuando es escritor, mi gran desgracia sería si fuera un expatriado que no tuviera nada que ver con la literatura, entonces sentiría el peso de la desgracia sobre mí, de sentirme descabezado, pero la literatura es mi cabeza, mi razón de existir, de ser, por lo tanto, puedo ser escritor en Madrid o en Nicaragua y quería demostrarlo”.

A pesar de ello, cuando los personajes de ‘El caballo dorado’ llegan a Nicaragua también se encuentran con un régimen derrocado. “La imaginación es como un vapor iluminado que sube de la realidad. No hay inocencia en la literatura, todo refleja la realidad, y la historia de Nicaragua es tan recurrente que si aparecen episodios del derrocamiento de un gobierno de una dictadura militar es porque los gobiernos democráticos han sido casi inexistentes”.

De su posible vuelta a Nicaragua ha manifestado: “Tengo la ventaja de que leo la historia no como científico social sino como novelista, y en la novela todo es posible, no creo en la historia como una sucesión de hechos ordenados, sino como una explosión de hechos sorpresivos y la historia da muchas sorpresas y, en los momentos de mayor pesadumbre o desesperanza, hay cambios que uno no puede imaginar. Estoy seguro que volveré a Nicaragua, nadie me puede quitar esa esperanza”.
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